jueves, 15 de mayo de 2014

Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008) y El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013)



Seguimos con los programas dobles. Esta vez es el turno de Leonardo DiCaprio, uno de los mejores actores de los últimos veinte años y que, como Al Pacino o Paul Newman entre otros, recibirá su Óscar en la madurez con un papel que no esté a la altura de los que está protagonizando ahora. No es raro que lo más cerca que estuvo de ganarlo fue por su primer papel relevante en ¿Quién ama a Gilbert Grape? donde hacía de retrasado. La Academia gusta de este tipo de papeles políticamente correctos y rara vez premia trabajos más osados o incómodos. Y las dos películas que voy a comentar son incómodas y osadas...
Cuando estrenaron Revolutionary Road no le presté mucha atención porque Sam Mendes, su director, me parece sobrevalorado en lo narrativo pero, eso sí, suele sacar lo mejor de los actores. Y aquí la película se sustenta en ellos: no sólo la pareja protagonista, Di Caprio y Kate Winslet, sino los secundarios (un iluminado Michael Shannon o la pareja vecina, interpretada con solvencia por David Harbour y Kathryn Hahn) están perfectos.
El guión está basado en una de esas novelas tan propias de la nueva narrativa norteamericana, aquella que explora los sentimientos y frustraciones de la clase media, el reverso del sueño americano, la vida privada en esos residenciales de fachada pulcra e interiores turbulentos. Es tal la cantidad de novelas, películas, series que muestran la cara menos amable de estos lugares que sería inútil hacer listados, pero Sam Mendes ya los exploró en American Beauty. Aquí cambia de época y tono, aquí no hay cinismo ni ironía que descargaba a la antes mencionada del drama con alivios cómicos, pero las intenciones son parecidas. Además, inevitablemente, los 50's tienen una serie de características que explota con acierto el argumento, aunque establecer similitudes con la actualidad no es complicado. Así que es fácil sentirse identificado con esta pareja que, superada la juventud, se encuentran justamente donde no querían. Y el conflicto radica en que cada uno lo afronta de manera distinta y, por tanto, la pareja se va distanciando hasta que sólo quedan ecos del pasado.
Una película adulta, sincera, incómoda. Quizás por eso pasó inadvertida.
                                   Show me the money!
 El lobo de Wall Street es la historia de Jordan Belfort, insigne broker, que amasó una inmensa fortuna de manera fraudulenta especulando en bolsa y evadiendo impuestos para terminar en la cárcel. Un tiempo que aprovechó para escribir una sincera autobiografía y redimirse como asesor en charlas sobre negocios. Contado así podría parecer hasta aburrido. Nada más lejos de la realidad, pues El lobo... son tres horas de juerga, drogas, sexo, acciones preferentes y... enanos. La única reunión real de negocios que presenciamos en toda la película trata sobre las condiciones en las que van a contratar a unos midgets para lanzarlos como dardos humanos en plena oficina (¡hecho real!). Todo contado en primera persona por el cínico protagonista, un personaje increíble pero cierto, interpretado con entusiasmo y brillantez por DiCaprio. 
La película está repleta de momentos geniales y divertidos hasta la carcajada. Es una comedia en estado puro, sin moralinas. Y esto es uno de sus principales valores: no se para a reflexionar sobre las consecuencias de los actos de Belfort y su pandilla basura. Apenas hay un atisbo de rectitud personificado en el personaje del gris agente del FBI que persigue al arrogante protagonista. Y todo lo demás es fiesta durante toda la noche y todo el día. La meticulosidad con la que Belfort nos describe las distintas clases de prostitutas o los múltiples estupefacientes que consume nos fascina y nos repugna a partes iguales. Y es que su droga preferida, unas pastillas de origen farmacéutico llamadas qualuds son las protagonistas de una de las mejores escenas de la película al provocarles una parálisis casi total a DiCaprio y a su socio, el gran -en todos los aspectos- Jonah Hill.
Otra de las estrellas de la función son los monólogos que se gasta el amigo, llenos de una egolatría contagiosa, tan demagogos e hipnóticos como los de cualquier dictador fascista. El personaje tiene que vivir estos momentos para sentirse poderoso, es símbolo de su dominio del mundo y de los que le rodean. Aquí DiCaprio se vacía, está en su salsa y se muestra como el gran actor que es. Y qué decir de la breve pero intensa aparición del actor de moda, Matthew McConaughey: sólo sus diez minutos de gloria donde describe a la perfección cómo funciona la bolsa elevan este film a categoría de obra maestra.
La arquitectura narrativa de la película no es muy compleja: se dedica a recopilar anécdotas de la vida real de Jordan Belfort cronológicamente. Pero Martin Scorsese, el director, es un genio de la cinemática, de la narración fílmica. Y, a pesar de sus 70 años, rueda como un jovenzuelo entusiasmado. Esta es su ¡quinta! colaboración con DiCaprio y, probablemente, la más brillante, superando con creces a la exitosa Infiltrados.
¿Puntos débiles? Quizás la extenuante sucesión de historias a cada cual más excesiva pueda crear cierto hartazgo. Pero es más probable que te quedes con la boca abierta, anonadado, ante una panda de horteras abusando de su salud y malgastando el dinero. Una gran metáfora de nuestros tiempos y una película brillante y necesaria.

En fin, dos grandes películas de un actor en estado de gracia, que ha digerido su éxito juvenil (Romeo+Julieta, Titanic) con solvencia arrimándose a un cine comercial de calidad (La playa, Red de mentiras, El gran Gatsby). Y al genio de Scorsese, por supuesto (Gangs of New York, El aviador, Shutter Island).

martes, 4 de febrero de 2014

"Invencible" (2006) y "Entrenador Carter" (2005)

El visionado múltiple a veces proporciona casualidades que no buscas pero encuentras. Me pasó la otra noche con "Invencible" y "Entrenador Carter". Dos películas de ambiente deportivo, fútbol americano y baloncesto respectivamente, que van de lo mismo: la superación personal y el ansiado sueño americano, que no es gratis, hay que currárselo. Y las dos son tan efectivas como olvidables. Y para los que desprecian la figura del director deberían mirarse tanto la una como la otra: sus guiones son correctos, el peso de la película descansa sobre su actor principal (los siempre carismáticos Mark Wahlberg y Samuel L. Jackson), tienen los medios correctos... pero, ay, unas direcciones convencionales que los relegan a peliculitas de usar y tirar. Ericson Core (un buen director de fotografía en "Payback" o "Mumford") y Thomas Carter (bregado en la televisión más convencional: de "Fama" a "Daños y prejuicios") son intercambiables pero muestra de ese director-artesano-eficaz que dirige el 80% de la producción que nos llega de allende los USA. Y esto, ojo, no tiene nada malo ni nada bueno, sino todo lo contrario. Es decir, nos recuerda que el grueso de la producción cinematográfica es esto: pasarratos que, con un puntito de talento u osadía, merecerían alguna estrellita más.
En "Invencible" Wahlberg está bien secundado por ese cara-pan que es mejor actor de lo que parece, Greg Kinnear, y la guapa pero accesible Elizabeth Banks. En "Entrenador Carter" debuta Channing Tatum en un papelito nada memorable pero en el que ya ab-usa de su estilo personal de interpretación: mirada baja poniendo morritos.

Stoker (Park Chan-wook, 2013)


El director de la impecable (para gustos) trilogía de la venganza, con "Old Boy" a la cabeza y "Sympathy for Mr. Vengeance/Lady Vengeance" emprende su aventura americana y, como tantos otros autores en tierra extraña, se pega el batacazo. Y es que no le ha sentado bien pasar de ojos rasgados a abiertos como focos y confiar en un material ajeno tan mal escrito (por el tipo de "Prison Break", Wentworth Miller, el creador no, el actor protagonista). Y el hombre lo intenta, sublimando la estética de cada plano y jugando al equívoco de la trama. Pero no, no lo consigue, aburre a las ovejas aunque parezca que nos tenga que gustar. Porque todo es tan artificioso que, de bonito, está feo hacerlo. La típica película en la que te preguntas: ¿no me he enterado o es que me están tomando el pelo? Va a ser lo segundo.
En el reparto la rubia de "Alicia en el país de las maravillas", aquí morena, el chef de Ferrero Roché, Matthew Goode, y la recauchutada Nicole Kidman, que mira que se esfuerza en volver a recuperar su carrera, pero va a ser que no. Una bobada.