martes, 4 de febrero de 2014

"Invencible" (2006) y "Entrenador Carter" (2005)

El visionado múltiple a veces proporciona casualidades que no buscas pero encuentras. Me pasó la otra noche con "Invencible" y "Entrenador Carter". Dos películas de ambiente deportivo, fútbol americano y baloncesto respectivamente, que van de lo mismo: la superación personal y el ansiado sueño americano, que no es gratis, hay que currárselo. Y las dos son tan efectivas como olvidables. Y para los que desprecian la figura del director deberían mirarse tanto la una como la otra: sus guiones son correctos, el peso de la película descansa sobre su actor principal (los siempre carismáticos Mark Wahlberg y Samuel L. Jackson), tienen los medios correctos... pero, ay, unas direcciones convencionales que los relegan a peliculitas de usar y tirar. Ericson Core (un buen director de fotografía en "Payback" o "Mumford") y Thomas Carter (bregado en la televisión más convencional: de "Fama" a "Daños y prejuicios") son intercambiables pero muestra de ese director-artesano-eficaz que dirige el 80% de la producción que nos llega de allende los USA. Y esto, ojo, no tiene nada malo ni nada bueno, sino todo lo contrario. Es decir, nos recuerda que el grueso de la producción cinematográfica es esto: pasarratos que, con un puntito de talento u osadía, merecerían alguna estrellita más.
En "Invencible" Wahlberg está bien secundado por ese cara-pan que es mejor actor de lo que parece, Greg Kinnear, y la guapa pero accesible Elizabeth Banks. En "Entrenador Carter" debuta Channing Tatum en un papelito nada memorable pero en el que ya ab-usa de su estilo personal de interpretación: mirada baja poniendo morritos.

Stoker (Park Chan-wook, 2013)


El director de la impecable (para gustos) trilogía de la venganza, con "Old Boy" a la cabeza y "Sympathy for Mr. Vengeance/Lady Vengeance" emprende su aventura americana y, como tantos otros autores en tierra extraña, se pega el batacazo. Y es que no le ha sentado bien pasar de ojos rasgados a abiertos como focos y confiar en un material ajeno tan mal escrito (por el tipo de "Prison Break", Wentworth Miller, el creador no, el actor protagonista). Y el hombre lo intenta, sublimando la estética de cada plano y jugando al equívoco de la trama. Pero no, no lo consigue, aburre a las ovejas aunque parezca que nos tenga que gustar. Porque todo es tan artificioso que, de bonito, está feo hacerlo. La típica película en la que te preguntas: ¿no me he enterado o es que me están tomando el pelo? Va a ser lo segundo.
En el reparto la rubia de "Alicia en el país de las maravillas", aquí morena, el chef de Ferrero Roché, Matthew Goode, y la recauchutada Nicole Kidman, que mira que se esfuerza en volver a recuperar su carrera, pero va a ser que no. Una bobada.